La brisa llanera de Monterrey augura un lugar metense esperanzador, un centro de crecimiento y desarrollo. Guiado por esa voz sabanera, ese martes de junio 28 de 1966 Marco Antonio Guerrero llega con 29 años, seis hijos, su esposa y una meta clara: llegar y monta la primer talabartería en Puerto López; “la llanerita” abre sus talanqueras y la comodidad para los vaqueros y caballos. Viajar y trabajar el llano es más oportuno gracias a las sillas de cabalgar y los rejos creados por las manos de este Casanareño; irónicamente el progreso del pueblo que le atrajo le impone trae nuevos retos al talabartero.