En algún lugar de Colombia se encuentran 14 familias desterradas por la violencia con un derecho de tierra, cohabitando con 14 familias nativas con una promesa sobre esa misma tierra. Todos soñaban con tener por fin un espacio propio, en el cual comenzarían a forjar una nueva vida. Esa tierra, madre y conflicto, memoria de dolor y vida que en un principio los enfrentó, se transforma en la razón para que las familias derroten la muerte a través del diálogo y encuentren un lugar donde acostar el cansancio y el amor. Las familias desplazadas toman posesión de la tierra que les pertenecía por un derecho adquirido, luchado en un proceso largo y doloroso. Al ver esto los habitantes de la zona, representados en un grupo de familias aspirantes a tierra, sienten vulnerado ese sueño construido sobre promesas de una tierra en la cual dejaron pasar sus vidas. Finalmente con el inicio del proceso de adjudicación de tierras a las familias nativas, unos y otros caminan juntos al comprender que la mejor manera es dejar los rencores, las envidias y dejar que el dolor se desvanezca para poder mirar al otro y crecer juntos.