Cuentan los viejos que una hermosa mujer trigueña aparecía de forma enigmática en los ríos de Dibulla con unos atributos irresistibles, parecía hipnotizar a todo hombre que la escuchaba cantar. En tiempos coloniales logró enternecer al cacique Yaharo. Su canto que apela al lamento y la bonanza agraria hizo eco en San Salvador, una vereda del corregimiento de Palomino, ubicada en estribos de la Sierra Nevada de Santa Marta. El camino es un sendero de herraduras, los imponentes caracolíes e higuerones que se elevan en el trayecto forman un habitar que permite que azulejos, águilas, toches y otras variedades de aves, converjan en armonía todas las mañanas para cantarle al sol.