Junto con el epílogo, componen una historia dramatizada basada en el relato popular de Buziraco y el Mohán, contada por Napoleón y Salomón Barbosa, dos hermanos que guardan esa tradición oral caleña que, hoy por hoy, se ha perdido como tantas tradiciones locales. En el momento de vengar a su novia violada, dos jóvenes sicarios son asesinados por el Mohán. Al enterarse de la desaparición de sus esbirros, el cirujano lidera las pesquisas que habrán de llevarlo tras el rastro del asesino. Luego de enviar infructuosamente a sus mejores hombres en procura del asesino, decide encargarse él mismo de la tenaz empresa. Después de seguir el rastro de sus hombres, todos muertos llega hasta el mismísimo Buziraco, patrón de una mafia clandestina paralela a la suya: la del tráfico de almas. La puesta en escena, más que constituir un pleonasmo narrativo de lo que los hermanos cuentan, es el último eslabón en la cadena hereditaria de la leyenda.