El trabajo cotidiano en el Llano está cargado de faenas que requieren de fuerza, destreza y creatividad. Desde que despunta el sol hasta que las incontables estrellas coquetean con la luna, los hombres y mujeres que habitan las extensas sabanas despliegan todos los conocimientos aprendidos desde la infancia. Conocen la tierra, los animales y la gente. Su labor es seria y silenciosa, en sus miradas se concentra la importancia de cavilaciones intensas que atraviesan la estepa de la llanura, el lomo de un potro o la raíz de una palma. Pero llega la hora del descanso: una tertulia singular donde el joropo con sus historias y sus coplas estalla en lo profundo de las vivencias que cada camarita ha recogido en su sombrero inseparable, compañero de labores y copas, o en sus cotizas caminantes y cabalgantes.