La constante aparición de centros de oración cristianos en el paisaje urbano de Cali, en donde confluyen en su mayoría jóvenes entre los 18 y 25 años, es un síntoma de la violencia que se desencadena en ciertos sectores de la ciudad. La mayoría de los fervientes seguidores de Jesucristo son personas que guardan en su memoria los malos momentos que vivieron al borde de la marginalidad por culpa de las drogas, el alcohol, la promiscuidad y la delincuencia: la fe sublima los miedos pretéritos y rescata el autoestima de estos creyentes.