El Barrio Antioquia siempre ha estado marcado por la ilegalidad y la violencia. Su historia más remota habla de una población de origen campesino a comienzos del siglo XX y de una ley municipal que lo convirtió en los años 50, en la zona oficial de tolerancia de Medellín. En las últimas 3 décadas, este barrio ha sido considerado la zona de mayor tráfico de armas y drogas de la ciudad, lo que ha generado una tremenda violencia de pandillas, que además de sembrar la zozobra y el odio entre su residentes, ha contribuido a que muchos de sus pobladores se sientan siempre en peligro y peor aún, excluidos del resto de la ciudad. Un grupo de entidades externas se unió para propiciar una experiencia de convivencia que trascendiera las tradicionales intervenciones sociales de tipo asistencialista. El resultado fue un proyecto de arte público llamado “La Piel de la Memoria”, construido con la participación decidida de muchos de sus habitantes. Se buscaba recuperar los recuerdos significativos y dolorosos del pasado para evitar el congelamiento del odio y la desconfianza como únicos referentes para establecer las relaciones. La creación de un bus museo en el que se exhibían cerca de 500 objetos cuyos orígenes daban cuenta de situaciones violentas en la historia del barrio, y la escenificación teatral de algunos de esos momentos por parte de otro grupo de habitantes, fueron las acciones que más directamente impactaron a la comunidad como fuente de identificación colectiva en torno a la reflexión frente a sus dinámicas de existencia, que para algunos son ilegales y para otros no, pero que sin duda afectan a todos. Sin embargo, es importante plantear que aunque este proyecto nunca buscó ser un mecanismo directo de pacificación, contribuyó a que todos –victimarios y víctimas- adquirieran conciencia de cómo esos actos violentos los estaban llevando a la autodestrucción.