En el barrio El Retiro, al oriente de Cali, las pandillas que surgen al crecer los hijos de la primera generación de pobladores, crean una cadena de violencia que hoy azota al sector de Aguablanca. Personas como Estella Leyton, habitante del barrio desde hace 22 años y actual asesora de la Junta de Acción Comunal, y el sacerdote alemán Alfred Welker, fundador de una corporación de ayuda social, son testigos de este proceso. Hace 2 años la situación se volvió insostenible. En un sector de 15.500 habitantes existían 15 pandillas cada una de 30 a 50 miembros. En este contexto un grupo de profesores, entre ellos Carlos Cuero, nativo de El Retiro y Johnny Valenzuela, llegado hace 6 años de Buenaventura, dan comienzo a un proceso de paz que busca disminuir la estadística de 44 muertes en el año 2001. Una de esas muertes fue la de Efrén Granados, boxeador de 17 años asesinado el 31 de diciembre cuando se resistía al robo de su bicicleta. Próximo a participar en el campeonato Odesur, Efrén es un orgullo para El Retiro y su muerte se convierte en un duelo colectivo. A pesar del dolor, el proceso empieza con fiestas. Se realizan 60 en total, 4 para cada pandilla. Es el primer acercamiento, a partir del cual se establecen reglas claras: robe pero no mate; no robe a la gente de su misma comunidad; cero tumbadas de puertas (una modalidad de robo propia de este barrio); cero violaciones y cero policías muertos. Con sorpresa las autoridades ven cómo empiezan a disminuir las muertes en El Retiro, los policías pueden entrar a la zona y las cosas empiezan a cambiar. Sin embargo, el proceso es frágil. En diciembre de 2002, una bala perdida alcanza al hijo del profesor Carlos Cuero y los actores del proceso de paz se ven sometidos a su máxima prueba. Todos piensan que la iniciativa se paralizará allí y hasta los pandilleros ofrecen vengar el incidente. Por fortuna, el hijo de Carlos no muere y el mediador regresa al barrio. En el 2002 el 70 % de las muertes disminuyen y no se presentan violaciones ni policías muertos en el barrio. Es posible lograr la devolución de objetos robados y, aunque la violencia sigue existiendo, los actores del proceso saben que nadie tiene la vida garantizada y sienten que el primer acercamiento ha dado buenos resultados.