La villa de San Bonifacio, fundada en 1559 y conocida actualmente como Ibagué, no tuvo sobresaltos ni grandes progresos en la época de la colonia. Sin embargo, por ser paso obligado entre Santa Fe y Popayán, a partir del siglo XIX fue asumiendo la importancia que merecía hasta convertirse en la ciudad musical de Colombia. El Conservatorio de Música del Tolima es, quizá, la piedra fundacional de la tradición musical ibaguereña. Sin embargo, hay un antes y un después del Conservatorio; la historia de esta tradición se remonta hasta la década de 1880, y se deben tener en cuenta otros sucesos y personajes que enriquecieron y consolidaron el título de “Ciudad musical”. Alberto Castilla es uno de ellos, recordado por la creación del Conservatorio del Tolima y por traer a la ciudad la afición por la música, y Amina Melendro de Pulecio, que defendió la necesidad de democratizar la enseñanza de la música y fundó el bachillerato musical. El viajero en este capítulo es Darío de la Pava, ibaguereño y nieto de Amina Melendro. Sabe que el legado artístico dejado por su abuela ha beneficiado a varias generaciones tolimenses y es por eso que emprende este viaje a la memoria de Ibagué, en busca de las huellas que la convirtieron en la ciudad que salvaguarda los ritmos tradicionales y populares colombianos.